sábado, 29 de noviembre de 2014

El atracador huía con el botín, armado con una pistola y tres cargadores llenos

Tarde sangrienta en Vigo. La agente de la Policía Nacional Vanessa Lage, de 36 años, perdió la vida tras recibir un disparo mortal en el pecho y otro en el cuello de un hombre que acababa de atracar una sucursal de Abanca del barrio de O Calvario, en Vigo. Otro policía nacional resultó gravemente herido al recibir cinco disparos en el tórax y la subdirectora de la oficina bancaria, que fue tomada como rehén, también tuvo que recibir asistencia médica al alcanzarle esquirlas de bala durante el tiroteo y sufrir un ataque de pánico.
El asaltante murió en el acto al ser abatido en el tiroteo con los cuatro agentes de la Comisaría de Vigo que lo rodearon a la salida del banco. La policía investiga quién derribó al asaltante, pero se cree que fue el agente herido.
Los hechos sucedieron en la oficina bancaria de la calle Doctor Carracido, número 47, a la salida de los colegios. El delincuente entró en la sucursal sobre las 14.15 horas y amenazó a los empleados con una pistola de calibre 9 parabellum, un arma automática con otros dos cargadores listos para disparar. De mediana edad y de complexión fuerte, de 1,80 metros, ocultaba su rostro con un gorro y una barba postiza, aunque algunos mencionan una braga blanca. Una empleada de la oficina bancaria que salía del establecimiento en el mismo momento en el que entraba el atracador dio la voz de alarma. «Oí por la emisora que había un atraco, voces de los policías y en cinco minutos pasó esto», decía impresionado ayer un uniformado.
El delincuente se hizo con dinero en metálico y cuando se disponía a huir con el botín apareció una patrulla de la comisaría de Vigo que llegó en un Citroën Saxo. Un testigo cuenta que un agente miró por la ventana al interior del banco y vio la escena. El atracador obligó a la subdirectora a salir con él, la agarró del antebrazo y luego del cuello, como si fuese un escudo humano.
En ese momento llegaron otros dos agentes de la unidad de prevención y reacción (UPR), Vanessa Lage y Vicente José Allo, que apoyaron a sus compañeros. No llevaban chalecos antibalas. El atracador se vio rodeado por cuatro agentes a solo tres metros y, según un testigo, les gritó: «¡Bajad las armas!».
Los cuatro agentes no pudieron actuar cuando se vieron frente al atracador. Cualquier movimiento podía poner en riesgo la vida de la rehén. Los policías tomaron posiciones y Vanesa y Vicente dieron unos pasos atrás para parapetarse detrás del coche patrulla, mientras que los otros dos compañeros se refugiaron en un garaje y en un portal.
El hombre se protegía detrás de su rehén. Cuando apuntó con la pistola, la empleada escapó, aunque le alcanzaron las esquirlas de un cartucho. «Él disparó primero», asegura un testigo.
El atracador disparó al aire y después lo hizo a bocajarro contra los dos agentes que le habían salido al paso. Los policías no pudieron repeler el ataque y cayeron al suelo heridos. Los otros dos agentes dispararon contra el agresor, que pereció en el acto. Su cuerpo quedó tendido frente a la entrada de la sucursal bancaria en un charco de sangre, entre dos coches aparcados.
Vanessa Lage fue socorrida por su compañero herido. Todavía agonizaba cuando llegaron los servicios de emergencias y fue reanimada en una ambulancia del 061 que estuvo parada casi una hora en el lugar del atraco. Acudieron además dos ambulancias asistenciales y dos medicalizadas. Finalmente, la agente fue trasladada al hospital Meixoeiro en estado crítico, pero los médicos no pudieron hacer nada para salvarle la vida.
Su compañero, el subinspector Vicente Allo, fue trasladado al Hospital Xeral, grave pero estable, en la uci e intubado. No fue intervenido quirúrgicamente porque las cinco balas entraron y salieron de su cuerpo sin fracturarle ninguna costilla, aunque le provocaron alguna perforación en los pulmones. «Está luchando por su vida», dijo ayer el delegado del Gobierno en Galicia, Santiago Villanueva, en una rueda de prensa en la comisaría de Vigo.
La empleada del banco, M. E. G. R., de 36 años de edad, fue trasladada al Hospital de Povisa, donde también fue operada en el brazo izquierdo de una herida de bala.
El suceso sembró el pánico entre los vecinos de la calle. Algunos testigos relataron que oyeron más de 30 disparos, «como si fuese una traca de las fiestas». Hubo vecinos que salieron a la ventana a ver qué pasaba. «Me metí dentro por miedo a las balas perdidas», dice uno. Hay quien contó 37 casquillos de bala en la acera. Un menor que acababa de salir del colegio se vio metido en medio del tiroteo. Huyó y avisó a los viandantes de que había un atraco.
El suceso causó una gran conmoción en la ciudad y alteró la vida cotidiana de cientos de vecinos que residen en esa calle. La Policía Nacional acordonó un tramo de más de 60 metros lineales de calle durante toda la tarde mientras la forense y la Policía Científica recogían pruebas y calculaban las trayectorias de los proyectiles. Decenas de curiosos se agolpaban junto al cordón policial para ver el despliegue.
Los investigadores se centraron en identificar al autor del atraco por medio de sus huellas dactilares. Era Enrique Lago Fariñas, el escayolista, con varios antecedentes por robos con violencia y por tráfico de drogas, un delincuente «histórico» de los años 90. Una vez que el cuerpo fue examinado por la forense, el titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Vigo ordenó el levantamiento del cadáver, lo que se llevó a cabo sobre las cinco de la tarde.
La policía peinó las cercanías de la sucursal bancaria para localizar a un posible cómplice que podría estar esperando en el exterior de la oficina. Villanueva sospecha que el atracador actuó solo, pero espera a que la investigación descarte cómplices.
El gobierno local de Vigo suspendió el acto de encendido del alumbrado de Navidad previsto para esta tarde y declaró dos días de luto.

El pescadero que acabó pescado

El pescadero que acabó pescado

El conocido delincuente, huido durante años, cayó esta semana en Caldas de Reis con un paquete de 286 gramos de heroína escondido en un tobillo

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José Calvo Andrade, O Martiño de Vimianzo, duerme ya en un ambiente que no le es ajeno, el de los barrotes de la prisión, en este caso la de máxima seguridad de A Lama en Pontevedra.
Según los datos ofrecidos por la Policía Nacional habría vuelto a las andadas, si que en algún momento las abandonó, porque gracias a un chivatazo y a un complicado dispositivo de seguimiento, ya que experiencia en el sector tiene y mucha, lo interceptaron en Caldas de Reis con un paquete de 268 gramos de heroína en el tobillo: droga que presumiblemente iba a traerse para la capital de Soneira, desde donde durante años ha dirigido sus actividades delictivas que le habrían llevado también a varios países de Sudamérica.
Sus inicios fueron bien distintos, porque este vimiancés que ahora tiene 64 años se ganaba la vida transportando pescado en una furgoneta, sobre todo los erizos que se recogían en Camelle y que él llevaba hasta los bares asturianos donde tenían más salida. No se sabe exactamente cuándo cambió las escamas azuladas de los peces por las blancas de la cocaína, pero hay indicios de sus actividades delictivas que datan de hace dos decenios.
La más sonada fue el desembarco frustrado del pesquero White Sands, interceptado en diciembre del 2004 con 3.106 kilos de cocaína a bordo y por la que fue detenido junto a otras 23 personas, entre ellas marineros barbanzanos, arousanos y algunos procedentes de Guinea, además de una docena de supuestos socios colombianos que proporcionaban la mercancía. Aquella operación le supuso además el dudoso honor de convertirse en uno de los mayores deudores de la Hacienda pública de toda España, a la altura del expresidente italiano Silvio Berlusconi, ya que la multa impuesta en el juicio en el que fue declarado culpable ascendía a 749.545.000 euros, unos 124.000 millones de las antiguas pesetas. Evidentemente nunca pagó tal cantidad de dinero, establecida así como un múltiplo del valor de la droga.
Tampoco cumplió entonces los nueve años y un día de cárcel a los que fue condenado, ya que, después de pasar un tiempo en prisión, se le perdió la pista, probablemente con un destino entre Brasil y Colombia, al que puso fin de manera voluntaria el 4 de noviembre del 2009 cuando se entregó voluntariamente en el juzgado.
Sin embargo, aquella peripecia desmontada a 800 millas de Canarias ya no fue el primer encontronazo de O Martiño con la ley. El 5 de junio de 1998 la Guardia Civil lo detuvo en casa junto a su hijo José Calvo Pérez, porque los agentes, en el curso de la investigación del asesinato del presunto narco Cores Caldelas, les encontró 200 gramos de cocaína, 11 millones de pesetas y dos armas.
Negocio 
El conocimiento público de él y de su hijo, aparte de por estos asuntos relacionados con la droga, le viene sobre todo porque regentaban el club de alterne El Paso, en Ogas (Vimianzo), conocido popularmente como las Torres Gemelas y en el que también se desencadenaron algunos asuntos turbios. Uno de los más sonados fue el descubrimiento de una menor ferrolana que supuestamente ejercía allí la prostitución incitada por los propietarios del local, de ahí que Calvo y su vástago fueran detenidos junto a otro socio, un camarero y la novia de este.
Seis años después y en el mismo establecimiento, Calvo Pérez, el pequeño de la familia, volvió a ser apresado porque una mujer de 31 años y nacionalidad brasileña lo acusó de propinarle una paliza y arrojarla desnuda a la calle.